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Valerie Hart, lideresa del Movimiento del Rupununi |
Hace 43 años
en la paginas de la revista SIC
M. Girón Martínez nos explica
los antecedentes de un hecho
que pudo cambiar el panorama de la reclamación:
la rebelión del Rupununi
del 2 de enero de 1969
Por M. Girón Martínez
Las razones del derecho
En lo profundo del alma venezolana vive la conciencia
profunda de que la patria limita al Este con un despojo que en hora aciaga Inglaterra
había perpetrado prevalida de su potencia avasallante. No es el momento de
repetir aquí la secuencia histórica de unos hechos ya recogidos una y otra vez
en las páginas de SIC. Baste repetir el dato escueto del angustiante y
progresivo avance de Gran Bretaña a lo largo de siglo XIX.
La Gran Colombia fue reconocida por Gran Bretaña en 1824,
después de haber recibido sin objeciones las Memorias de los plenipotenciarios
Zea (1821) y Hurtado (1824) que la definían como un “bello y rico país que
limitaba por la Mar del Norte por el río
Esequibo”. Pero para 1835 la Guayana Británica pretendía extenderse con
discutible derecho casi cinco mil
kilómetros cuadrados al Oeste del mismo rio. Entre 1840 a 1886. Inglaterra
pretendió extender su reclamación hasta anexarse unos 142.000 kilómetros cuadrados
a partir del gran rio Esequibo. Para 1887 el ansia expansionista de la ambición
colonial británica, falsificando mapas que justificaran la posesión de las tierras auríferas venezolanas, extendió sus
pretensiones y empezó a practicar la ocupación física de un área que se extendía
a casi 168.000 kilómetros cuadrados.
Mientras en 1890 avanzaba a su máxima aspiración territorial sobre una
extensión de 203.310 kilómetros cuadrados.
Esta obvia expansión territorial inglesa en América y la
proyectada en el continente occidental por los otros países europeos que
acababan de repartirse a África, obligaron a los estados Unidos a despertar con
lo que sería su primer paso de política imperialista al asentar en nombre de la
vieja Doctrina de Monroe que Europa no podía hacer nuevas conquistas en tierras
americanas.
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Mapa de Venezuela con la Guayana Esequiba de 1810 hecho en Londres |
La compleja situación internacional que afrontaba Gran
Bretaña para 1896 obligaron a que esta aceptara a regañadientes someter a arbitraje sus derechos en Guayana. Pero para los Estados Unidos, una
vez aceptado el derecho suyo para intervenir en América, le importaba muy poco
que Inglaterra se quedara con más tierras guayanesas que en las que en derecho
pudieran corresponderle. De espaldas a Venezuela negoció el Secretario de Estado americano Richard Olney
un Tratado Arbitral que Venezuela fue obligada a aceptar al verse sometida a innegables
coacciones. Para completar la tragedia venezolana, el Tribunal Arbitral dictó
un Laudo en Paris (1899) viciado de exceso de poder, fruto de un compromiso
político obtenido por extorsión, resultado de un negocio político y no una
sentencia de derecho. La dimensión del atropello ni siquiera pudo cubrirse con
una motivación de la sentencia.
Todo el siglo XX pude decirse esta lleno por la protesta del
pueblo y del Gobierno venezolano contra el Laudo de 1899: Abierta y agresiva a
veces, tímida en otras ocasiones, pero permanente y progresiva en todo caso. El
repudio frete al Laudo del latrocinio encontró cauce legal definitivo desde
1962 hasta llegar en 1966 a un Acuerdo Internacional para solucionar la
controversia.
Las sinrazones de la comodidad
No hay razón en este momento para negar que algunos
venezolanos se asusten ante las consecuencias que va teniendo la seriedad de la
reclamación a la Guayana Esequiba. Entre ellos están los ingenuos que se
imaginaron que podría tener éxito ésta por la buena voluntad inglesa o de la
benévola intercesión de los Estados Unidos. Muy cerca están los que piensan que
la balanza favorable de los intereses económicos sajones en nuestra patria los
obligaría a parcializarse a nuestro favor. Se encuentran también los simplistas
que se imaginan que la sola presión de un decreto discriminatorio contra
yanquis, canadienses o ingleses les obligaría a que estos a su vez forzaran a
Guayana a aceptar un arreglo territorial
cuando menos. Hay además los pudibundos que se sienten sacudidos hasta lo más
íntimo con solo oír que Venezuela es acusada o puede ser acusada de
imperialista. Junto a estos tiemblan los que sienten como pérdida total del
honor nacional una posible condena en algún foro internacional o miran como
advenimiento apocalíptico la mera probabilidad de una declaración condenatoria
en las Naciones Unidas.
No se pretende asumir aquí la representación de toda la Nación;
pero ciertamente hay que estar consientes
de que si Venezuela quiere reivindicar
este territorio no podrá efectuarlo sin riesgos y continuados esfuerzos.
Más aun, es necesario que el país se percate de ello. No es posible imaginar
siquiera un arreglo diplomático desprovistos de esfuerzos resueltamente
dirigidos. Venezuela no puede renunciar a la obligación de reconquistar lo que
le fue arrebatado. No solo porque el territorio patrio es inalienable y
sagrado, ni tan siquiera por un sentido de justicia que restituya lo arrebatado
a su legitimo poseedor , sino porque en el caso de la Guayana Esequiba se juegan
factores capitales para toda Venezuela y su futuro nacional.
Las razones de los hechos
Ningún venezolano responsable puede renunciar a un
territorio al que tiene derecho la patria, sin traicionar su futuro. La
historia lo cobrará muy caro. Reflexionemos en cabeza ajena y no podremos
menos de calificar de ingenuos a los
rusos que vendieron a Alaska a los Estados Unidos como tierras inútiles y sin
valor, y más lelos aun los yanquis que se oponían a la compra que hiciera el
Secretario de estado William Seward como el despilfarro de siete millones de
dólares para adquirir “una nevera de marca Seward. Recordemos la dolorosa impresión que nos causan los venezolanos que calificaban
una perdida sin importancia los resecos arenales de la Guajira cuando hoy conocemos
lo que encierra el Golfo de Venezuela. Pensemos que las rocas minúsculas de Los
Monjes, aunque no valgan nada, son la llave que no queda para mantener como
posesión nuestra al mismo Golfo.
No es argumento venezolano, sino suposición de la prensa sajona,
que lo que Venezuela ambiciona en el Esequibo son los cuantiosos recursos
minerales de bauxita, manganeso, oro o material radioactivo. Es verdad que el
flujo irregular de los ríos venezolanos requerirá retener las aguas
artificialmente para aprovecharlas en tiempos de escasez con obligantes
cuantiosas inversiones que podrían
aliviarse y vertebrarse mejor con las ingentes disponibilidades acuíferas de la
Guayana Esequiba. Pero en todo caso no se puede responsablemente, por fuerza de
una cómoda conveniencia de hoy, renunciar para siempre a valores ciertos o
posibles que pueden ser vitales para las
generaciones venideras.
Por otra parte, la Guayan ex –Británica es de hecho vecina
que Venezuela no puede ignorar o mirar indiferentemente. Es un hecho que a
nuestro costado gran Bretaña, al dar su independencia a Guayana Británica, nos
dejo no solo la amputación de un aparte de nuestro ser , sino una bomba de tiempo
a nuestro costado . Porque la realidad reconocida por todos-objeto inclusive de
fríos estudios sociológicos de las Universidades europeas y norteamericanas-es
que Guyana es una sociedad que vive una tensión racial que puede estallar con
violencia impredecible en cualquier momento.
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Contingente militar guyanés que reprimió la rebelión del Rupununi en 1969 |
Venezuela. Con su mestizaje múltiple, con su permeabilidad
social, no conoce los odios raciales. Pero en Guyana reina el odio del
indostano ala africano, y del negro para con el indio oriental. Que uno y otro
grupo racial son mayorías étnicas que pugnan por su supremacía y preeminencia,
mientras las exiguas minorías de origen
portugués o chino, o las tribus indígenas de indios autóctonos tienen que vivir
la angustia de verse cada vez más
golpeados o verse relegados ala
categoría de hombres de tercera clase. El odio racial al servicio de la
política abre brechas insalvables; pero cuando son usadas por los imperialismos soviético o yanqui,
Venezuela no puede menos que ver con creciente preocupación la progresiva peligrosidad
del polvorín que está a su lado.
El simplismo político de USA-factor determinante del
acontecer americano-reduce su política a derrochar más dinero e influencia para
sostener en el poder a Forbes Burnharm, líder del Partido Nacional del
Congreso, organización del poder político para los negros. Para lograrlo
incluso ha autorizado que los guyaneses emigrados a Estados Unidos y nacionalizados en ese país puedan votar en
las elecciones de Guyana. Solo importaba que el “comunista Cheddy Jagan” no llegara
al poder, aunque se renunciara al principio tradicional de que la votación de
un súbdito norteamericano en otro país acarreaba la perdida de la ciudadanía americana.
No podía detenerse el interés yanqui
ante el hecho indudable de que la mayoría numérica de los guyaneses de
origen indostano aunque hubiera de sacrificar el principio democrático del
gobierno por la mayoría ciudadana.
Mientras tanto, Burnharm prohíja la organización de una fuerza de
choque con el nombre de ASCRIA; pretende mantener “el poder negro” aun por la
violencia terrorista; por el slogan de discriminación comercial, compre a los
negros y no a los de color chocolate; por la inmigración masiva de negros de
las islas del Caribe, de los ghetos africanos de Londres o Nueva York o de los
mismos países africanos; y por la exclusividad polivalente de los negros en las
fuerzas policiales y en el ejercito.
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Integrantes de la rebelión del Rupununi quienes pidieron la anexión del Esequibo a Venezuela
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Ante esta política racista y brutalmente discriminatoria
resulta explicable que el descendiente de indostanos sienta profundamente la
injusticia de un gobierno que le discrimina a pesar de que tenga por lo menos
tres generaciones en Guyana. En este contexto se explica que el presidente del
partido de los indostanos (Partido Progresista del Pueblo) haya profetizado que
llegará el momento en que los de su raza deba cobrarse las injusticias
cometidas contra su pueblo , con parecido sentimiento de venganza al que
actuara en Shirhan cuando asesinó en nombres de los árabes a Robert Kenedy, o
que su líder indiscutible Cheddy Jagan prediga que llegará el momento en el que
él “tenga que abrir las puertas del infierno” en una acción de fuerza contra el
imperialismo y sus cómplices.
Esta política del uso de la fuerza a favor de un solo sector
de la población explica el alzamiento que tuvo lugar el 2 de enero pasado en
todo el Distrito Rupununi. La conjunción de intereses y frustración común de
10.000 indígenas y un centenar de hacendados mestizos y blancos, arrinconados
por un discriminante atropello negro puede explicar que hayan podido
mantener en su poder un territorio mayor
que el estado Guárico por tres días.
Detrás de estas realidades de una lucha racial progresiva está
en peligro la seguridad de Venezuela. Aun sin que yanquis y rusos metan la mano
–que es mucho suponer-, un estallido racial proyectado en una guerra de
guerrillas pondría en peligro muy pronto los centros vitales de nuestra
electrificación, de nuestro hierro y aluminio. Plantearía el asentamiento de un
inevitable éxodo de refugiados hacia la actual Venezuela. Exigiría un
costosísimo despliegue militar para proteger la frontera loca e imposible que
nos legó el llamado Laudo de Paris. Requeriría en todo caso la necesaria
protección al menos para unos 30.000 indígenas tan venezolanos racialmente como
millones de venezolanos con sangre india en las venas. Negros e indostanos nos
pedirían una intervención salvadora.
La rebelión del Rupununi lo que ha demostrado al mundo es
precisamente que Venezuela no es imperialista, sino que dentro de la Guayana
Esequiba la población –la indígena autóctona, la indostana y aun la negra- preferirían
la anexión a Venezuela. Lo que se ha demostrado es la inconsecuencia del Gobierno
venezolano, que habiendo declarado como venezolano ese territorio Esequibo y
que son venezolanos los nacidos en él, no estaba preparado para actuar
eficazmente a fin de respaldar una secesión que sus pobladores hacían con el
propósito de anexarse a Venezuela. Lo único grave de la rebelión del Rupununi-
un territorio que representa la tercera parte de la Esequiba-Esta en lo que se
esconde detrás de una frase insinuante de la Señora Valerie Hart, la principal
lideresa del Movimiento: “Nosotros los habitantes del Rupununi en la Guayana
Esequiba, y en consecuencia venezolanos por nacimiento según el artículo 35 de
la Constitución Nacional hacemos un enérgico llamamiento al Gobierno, al pueblo
y a las fuerzas Armadas de Venezuela para que nos ayuden e impidan que las
hordas del Primer Ministro de Guyana nos masacren. Otra Bahía de Cochinos no se
compagina con las tradiciones históricas de la patria de Bolívar. En Bahía de
Cochinos los estados Unidos abandonaron a los ciudadanos que no eran
norteamericanos. Confiamos que a los venezolanos del Rupununi no nos abandonará
Venezuela a un trágico exterminio”.
Revista SIC, 12 de marzo de 1969