jueves, 4 de abril de 2013

El Memorándum de Severo Mallet Prevost (The American Journal of International Law-julio de 1949)

Severo Mallet Prevost

Por el Juez Otto Shoenrich

La reciente muerte de Severo Mallet-Prevost, distinguido internacionalista de Nueva York, ha hecho desaparecer el último de los hombres que intervinieron hace 50 años en el arreglo de la disputa de límites entre Venezuela y la Guayana Británica. Al recordar la tensión entonces existente entre los Estados Unidos y Gran Bretaña, ello nos da también la oportunidad de hacer público un incidente que revela como se llegó en el Tribunal de arbitraje a la adopción de tan decepcionante decisión. 

La sentencia fue reconocida como un compromiso. El propio Justicia Brewer lo admitió así cuando dijo: 

“Hasta el último momento creí que una decisión sería imposible, y fue solamente mediante la mayor conciliación y mutuas concesiones como pudo llegarse a un compromiso. Si a cada uno de nosotros se le hubiese pedido pronunciar sentencia, cada uno la habría dictado diferente en su carácter y alcance. En consecuencia, tuvimos que adaptar nuestras diferentes puntos de vista y por ultimo trazar una línea intermedia entre lo que cada quien estimaba que era lo correcto”. 

Los venezolanos quedaron particularmente disgustados por el resultado y no lo han aceptado nunca, a pesar de que han honrado al Abogado que defendió sus derechos. En enero de 1944, el Gobierno de Venezuela confirió la Orden del Libertador a Severo Mallet Prevost, como reconocimiento de sus servicios en relación con la controversia de límites; pero aun en su discurso de representación, el Embajador venezolano expresó su indignación ante la justicia sufrida por su país. 



A lo largo de su carrera el señor Mallet Prevost había llegado a ser socio decano del Despacho de Nueva York, del cual tengo el honor de ser miembro. Pocos días después de recibir la condecoración venezolana, tuvo la ocasión de observar en el curso de conversaciones que, a despacho de la crítica, la sentencia era de enorme valor para Venezuela, porque le reconocía la Boca del Orinoco y por ello el control de ese gran rio y del área que de él depende. Añadió que los Jueces Norteamericanos en el Tribunal de Arbitraje habían favorecido el otorgamiento a Venezuela de mucho más territorio y se habían sentido molestos a causa de la presión ejercida sobre ellos para evitar tal decisión. La palabra “presión” me extraño, ya que la única presión que yo podía imaginar era la del Gobierno Americano y resultaba inconcebible que ese Gobierno hubiera ejercido presión sobre los jueces o que ellos la hubieran tolerado. Pregunté que quería él decir con ese término y también como pudo el Tribunal ser inducido a dictar una sentencia tan en desacuerdo con la evidencia. 


El Señor Mallet Prevost dio entonces una sorprendente explicación, de la cual aparecia que el Gobierno Americano no había tenido nada que ver con tal presión. Afirmó que después de que los informes habían sido oídos por el Tribunal y cuando el asunto estaba listo para decisión. El magistrado Brewer , uno de los jueces americanos, le había pedido que asistiera a una entrevista en el hotel en donde el Magistrado se alojaba. Brewer le afirmó que el presidente del Tribunal, Profesor Martens, había visitado a los jueces norteamericanos para decirles que tanto él como los dos jueces británicos estaban ansiosos de que le Tribunal dictara una decisión unánime. Martens les había propuesto como un compromiso que la sentencia fijase una línea limítrofe al este de la Boca del Orinoco, la línea que fue en definitiva adoptada. Si los jueces americanos la aceptaban, Martens y los británicos votarían también por ella y la sentencia del Tribunal seria unánime. Si los jueces americanos no lo aceptaban, él votaría junto con los jueces británicos a favor de la línea reclamada por Gran Bretaña, la cual se convertiría así en la frontera, por voto mayoritario del Tribunal. Afirmóle también Brewer a Mallet Prevost, que tanto él como el Juez Norteamericano Fuller, se habían sentido muy molestos por tal proposición, por estimar que los hechos demostraban claramente el derecho de Venezuela a una considerable extensión de territorio al este del Orinoco; y que tanto él como el Juez Fuller estaban dispuestos a rechazar la propuesta del ruso y a emitir una enérgica opinión minoritaria a favor de la línea que ellos consideraban apropiada. Sin embargo, el resultado sería una decisión mayoritaria por medio de la cual se concedería a Gran Bretaña un valioso territorio del cual sería Venezuela despojada. En tales circunstancias, los dos jueces norteamericanos habían decidido plantear el problema al Consejero Legal Representante de Venezuela, y dejar que este decidiese si debía aceptarse el compromiso propuesto o registrarse un voto salvado minoritario. 


El señor Mallet Prevost les respondió que debía consultar con el Concejero Principal, ex –Presidente Harrison. Cuando regresó a su hotel e informó al General Harrison acerca de la conversación. Éste se levanto indignado. Dando grandes pasos por la habitación y renegando terminantemente, afirmaba que el único procedimiento apropiado era el de un enérgico voto salvado. Reflexionándolo mejor, sin embargo, llegó a la conclusión de que tal procedimiento acarrearía consecuencias que la defensa de Venezuela no podía ni debía admitir, ya que privaría a Venezuela de un territorio muy valioso, y lo que era más aun importante, de la Boca del Rio Orinoco, el cual atraviesa tan grande extensión del país. Por disgustados que pudieran estar los Concejeros Legales de Venezuela y los Jueces norteamericanos, no podrían hacer otra cosa que aceptar el compromiso propuesto, incluyendo una gran extensión de territorio y el control del Orinoco.
 
General Benjamin Harrison
El señor Mallet Prevost afirmó que él estaba seguro de que la actitud de los miembros británicos y el miembro ruso del Tribunal Arbitral era el resultado de un entendimiento entre Gran Bretaña y Rusia por el que las dos Potencias indujeron a sus representantes en el Tribunal a votar como lo hicieron; y que Gran Bretaña probablemente dio a Rusia ventajas en alguna parte del globo. Tres circunstancias especialmente, llevan a esa opinión. Una era el hecho de que la justicia del caso venezolano había sido abrumadoramente demostrada. Otra era la actitud de Lord Rusell, uno de los jueces británicos según la había manifestado en una conversación con el señor Mallet Prevost, cuando al observarle éste que los jueces deberían considerar únicamente los hecho a ellos sometidos. Lord Rusell le había replicado categóricamente que su opinión era distinta y que los jueces debían tomar también en cuenta amplias consideraciones políticas. La tercera era el súbito cambio de actitud de Lord Collins, el otro juez británico, que había mostrado al principio un vivo interes en los hechos y argumentos, e indicando cierta comprensión y reconocimiento de la justicia de los reclamos venezolanos, pero quien después de su visita a Inglaterra durante un receso del Tribunal, se había tornado repentinamente taciturno e indiferente. 

Insté al Señor Mallet Prevost a que escribiese un relato del incidente, el cual podría publicarse después de sus muerte, si él no quería que se divulgase antes, insistiéndole en que había hacerlo tanto por sí mismo como por la memoria de los jueces norteamericanos del Tribunal de Arbitraje. Me dijo que así lo haría. Y alrededor de una semana más tarde me comunicó que había dictado el memorándum. 

El señor Mallet Prevost murió en Nueva York el 10 de diciembre de 1948. Después de su muerte fue encontrado entre sus papeles el siguiente documento, que demuestra que el resentimiento de Venezuela era justificado. 


Tomado de The American Journal of International Law-julio de 1949

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