viernes, 25 de septiembre de 2015

Las Potencias y la intervención hispanoamericana



Por Cesar Zumeta

Bruselas 19 de octubre de 1896

La información transmitida a la prensa a propósito del discurso por Sir Edward Clarke, conservador, miembro del gabinete Salisbury, en la anterior administración de este Lord. Y respetado como jurista a la par de Lord Rusell, presidente del Supremo Tribunal del Reino Unido, requeriría de parte del gobierno británico una declaración categórica y final respecto a su actitud en la cuestión anglo-venezolana.

Esa declaratoria será hecha directamente en breve; pero, entre tanto, ha sido comunicada de Washington, oficiosa e indirectamente. La Gran Bretaña acepta el arbitraje y a ese fin reasumirá sus relaciones con Venezuela, aceptadas que sean ciertas condiciones.
De un respetable amigo mío, perfectamente al tanto de las últimas ocurrencias, he logrado obtener los informes siguientes cuya autenticidad puedo garantizar.

Tanto Chamberlain, ministro de Colonias, como Lord Russell, justicia mayor de Inglaterra, hicieron entender, a su regreso, a Lord Salisbury, que el gobierno de los Estados Unidos no se apartaría de un punto de las declaraciones ya hechas y de la actitud ya asumida, pero que tenia as mejores disposiciones de favorecer cualquiera solución honrosa que a Inglaterra propusiese y que dejara a salvo la responsabilidad de los Estados Unidos y el derecho de Venezuela. A ambos  personajes se les insinuó que  fallo de la comisión venezolana era adverso a las pretensiones británicas y tanto ellos como Mr. Olney reconocieron que la publicación del veredicto antes de que las dos naciones llegaran a una avenimiento, podía ser causa de  gravísimos conflictos; pero reconocieron, además, que a publicación no podía ser diferida después de la reunión del próximo Congreso. Luego que Mr. Chamberlain hubo adquirido el convencimiento de que las ideas de Lord Salisbury respecto a la prescripción y ocupación envolvían muy serio riesgo si se insistía en ellas, entablo formalmente y ad referéndum las negociaciones que dieron por resultado de avenimiento, en esta forma:

A instancias del gobierno americano la Gran Bretaña y Venezuela reasumirán de mutuo y simultáneo acuerdo sus relaciones diplomáticas. Las conferencias preliminares y las bases de un convenio arbitral serian celebradas y fijadas por el señor doctor José Andrade y Sir Julián Pauncefote, de acuerdo con Mr. Olney.

Inaugurado el reanudamiento de las relaciones con el canje de ratificaciones de ese convenio hecho en Londres y en Caracas, la delimitación de la frontera guayanesa sería sometida a un árbitro no designado aun, pero que puede ser el Congreso americano, el Papa, la España o Méjico. Los expedientes estudiados por la Comisión venezolana y su veredicto serian sometidos junto con los Libros Azules británicos y los Amarillos de Caracas al estudio del árbitro elegido y su decisión sería final e irrevocable. Los derechos de los venezolanos residentes en la porción que resultase británica y los de los ingleses domiciliados en lo que fuera adjudicado a Venezuela serán garantizados por los Estados Unidos. No sería hecha reserva alguna de territorio disputable e indisputable, sino que el fallo versaría sobre toda la región en litigio. 

Cuando este memorándum fue sometido al primer ministro inglés, declaró éste que no él no abandonaba a la suerte de un veredicto los derechos adquiridos por súbditos británicos en territorio que el gobierno de Demerara había declarado parte integrante de la colonia y sobre el cual ejercía jurisdicción. Que él (Lord Salisbury) insistía en el mantenimiento de la primera línea Shomburgk.

Tan funesta pareció esta intransigencia a algunos notables del partido tory, que sir Edward Clarke, amigo de Lord Rusell, se decidió a manifestar públicamente, con la anuencia de algunos ministros y de diputados y lores de gran significación en el Parlamento, que: “las pretensiones británicas en Venezuela son insostenibles y que ningún tribunal ni árbitro imparcial podía, debía decidir en favor de Inglaterra”. “A nosotros –agregó-no nos correspondía negociar con los Estados Unidos a propósito de Venezuela, y si el Libro Azul que contiene el memorándum venezolano representa tal cual es la moderada petición de esa república, debe procederse inmediatamente a negociar con ella y aceptar el arbitraje. Si los Estados Unidos intentaran obligarnos a respetar la inevitable decisión de sus comisionados, se despertaran pasiones y resentimientos graves para ambos países. Es por esto por lo que creo que estamos corriendo serios riesgos”.

La prensa conservadora y en especial “The Globe” y “The Saint James Gazette” se muestran indignados con Venezuela, contra el gobierno de Washington y contra Sir Edward Clarke; pero se confía en que el marqués de Salisbury, mal de su grado, tendrá que aceptar al fin la minuta del convenio Chamberlain-Olney. Ni la opinión del palacio, ni la opinión pública, ni la mayoría del parlamento le acompañan en su peligrosa tenacidad, y si es aventurado asegurar que la cuestión será resuelta satisfactoriamente a la vuelta de Sir Julián Pauncefote a Washington, si puede afirmarse que hemos entrado en la crisis final y que si las pasiones no trastornan el juicio público en Inglaterra, todo augura un resultado favorable.

Algo más podría agregar, pero Acaso sería prematuro y la oportunidad vendrá no muy tarde, ya que es cuasi absurdo suponer que Lord Salisbury insista en sostener como hasta ahora la línea Shomburgk, o que le permita, como el pretende, negociar sin previo acuerdo directa y libremente con nuestro país el tratado de arbitraje, que sería retrotraer las cosas al estado en que se hallaban antes de la proclamación de Cleveland. La opinión de algunos amigos de Venezuela es que debiera hacerse constar en el tratado que toda cuestión que en lo adelante se suscite entre las autoridades coloniales y el gobierno venezolano por choques entre ingleses y venezolanos en lo que se conoce con el nombre de “incidente de frontera”, sea sometida a los tribunales ordinarios del país en que ocurra  y en la última instancia a un fallo arbitral. Esto en previsión de provocaciones malignas hechas con el propósito de llegar a un casus belli.

Una frase de mi distinguido informante si es oportuno citarla: “Cuando la historia íntima de ese proceso sea divulgada-me dijo-el señor ministro José Andrade ganará grandemente en aprecio y estimación de sus compatriotas”.



Fuente: Cesar Zumeta: Las Potencias y la Intervención en Hispanoamérica. Colección Venezuela Peregrina. Publicaciones de la Presidencia de la República, Caracas, 1963, p.p 73-75.

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