Por Cesar Zumeta
Bruselas 19 de octubre de 1896
La información
transmitida a la prensa a propósito del discurso por Sir Edward Clarke,
conservador, miembro del gabinete Salisbury, en la anterior administración de
este Lord. Y respetado como jurista a la par de Lord Rusell, presidente del
Supremo Tribunal del Reino Unido, requeriría de parte del gobierno británico
una declaración categórica y final respecto a su actitud en la cuestión
anglo-venezolana.
Esa declaratoria
será hecha directamente en breve; pero, entre tanto, ha sido comunicada de
Washington, oficiosa e indirectamente. La Gran Bretaña acepta el arbitraje y a
ese fin reasumirá sus relaciones con Venezuela, aceptadas que sean ciertas
condiciones.
De un respetable
amigo mío, perfectamente al tanto de las últimas ocurrencias, he logrado
obtener los informes siguientes cuya autenticidad puedo garantizar.
Tanto
Chamberlain, ministro de Colonias, como Lord Russell, justicia mayor de
Inglaterra, hicieron entender, a su regreso, a Lord Salisbury, que el gobierno
de los Estados Unidos no se apartaría de un punto de las declaraciones ya hechas
y de la actitud ya asumida, pero que tenia as mejores disposiciones de
favorecer cualquiera solución honrosa que a Inglaterra propusiese y que dejara
a salvo la responsabilidad de los Estados Unidos y el derecho de Venezuela. A
ambos personajes se les insinuó que fallo de la comisión venezolana era adverso a
las pretensiones británicas y tanto ellos como Mr. Olney reconocieron que la publicación
del veredicto antes de que las dos naciones llegaran a una avenimiento, podía
ser causa de gravísimos conflictos; pero
reconocieron, además, que a publicación no podía ser diferida después de la
reunión del próximo Congreso. Luego que Mr. Chamberlain hubo adquirido el
convencimiento de que las ideas de Lord Salisbury respecto a la prescripción y
ocupación envolvían muy serio riesgo si se insistía en ellas, entablo
formalmente y ad referéndum las
negociaciones que dieron por resultado de avenimiento, en esta forma:
A instancias del
gobierno americano la Gran Bretaña y Venezuela reasumirán de mutuo y simultáneo
acuerdo sus relaciones diplomáticas. Las conferencias preliminares y las bases
de un convenio arbitral serian celebradas y fijadas por el señor doctor José
Andrade y Sir Julián Pauncefote, de acuerdo con Mr. Olney.
Inaugurado el
reanudamiento de las relaciones con el canje de ratificaciones de ese convenio
hecho en Londres y en Caracas, la delimitación de la frontera guayanesa sería
sometida a un árbitro no designado aun, pero que puede ser el Congreso
americano, el Papa, la España o Méjico. Los expedientes estudiados por la
Comisión venezolana y su veredicto serian sometidos junto con los Libros Azules
británicos y los Amarillos de Caracas al estudio del árbitro elegido y su
decisión sería final e irrevocable. Los derechos de los venezolanos residentes
en la porción que resultase británica y los de los ingleses domiciliados en lo
que fuera adjudicado a Venezuela serán garantizados por los Estados Unidos. No
sería hecha reserva alguna de territorio disputable e indisputable, sino que el
fallo versaría sobre toda la región en litigio.
Cuando este
memorándum fue sometido al primer ministro inglés, declaró éste que no él no abandonaba
a la suerte de un veredicto los derechos adquiridos por súbditos británicos en
territorio que el gobierno de Demerara había declarado parte integrante de la
colonia y sobre el cual ejercía jurisdicción. Que él (Lord Salisbury) insistía
en el mantenimiento de la primera línea Shomburgk.
Tan funesta
pareció esta intransigencia a algunos notables del partido tory, que sir Edward Clarke, amigo de Lord Rusell, se decidió a
manifestar públicamente, con la anuencia de algunos ministros y de diputados y
lores de gran significación en el Parlamento, que: “las pretensiones británicas
en Venezuela son insostenibles y que ningún tribunal ni árbitro imparcial podía,
debía decidir en favor de Inglaterra”. “A nosotros –agregó-no nos correspondía
negociar con los Estados Unidos a propósito de Venezuela, y si el Libro Azul
que contiene el memorándum venezolano
representa tal cual es la moderada petición de esa república, debe procederse inmediatamente
a negociar con ella y aceptar el arbitraje. Si los Estados Unidos intentaran
obligarnos a respetar la inevitable decisión de sus comisionados, se
despertaran pasiones y resentimientos graves para ambos países. Es por esto por
lo que creo que estamos corriendo serios riesgos”.
La prensa
conservadora y en especial “The Globe” y
“The Saint James Gazette” se muestran
indignados con Venezuela, contra el gobierno de Washington y contra Sir Edward
Clarke; pero se confía en que el marqués de Salisbury, mal de su grado, tendrá que
aceptar al fin la minuta del convenio Chamberlain-Olney. Ni la opinión del
palacio, ni la opinión pública, ni la mayoría del parlamento le acompañan en su
peligrosa tenacidad, y si es aventurado
asegurar que la cuestión será resuelta satisfactoriamente a la vuelta de
Sir Julián Pauncefote a Washington, si puede afirmarse que hemos entrado en la
crisis final y que si las pasiones no trastornan el juicio público en
Inglaterra, todo augura un resultado favorable.
Algo más podría agregar,
pero Acaso sería prematuro y la oportunidad vendrá no muy tarde, ya que es
cuasi absurdo suponer que Lord Salisbury insista en sostener como hasta ahora
la línea Shomburgk, o que le permita, como el pretende, negociar sin previo
acuerdo directa y libremente con nuestro país el tratado de arbitraje, que sería
retrotraer las cosas al estado en que se hallaban antes de la proclamación de
Cleveland. La opinión de algunos amigos de Venezuela es que debiera hacerse
constar en el tratado que toda cuestión que en lo adelante se suscite entre las
autoridades coloniales y el gobierno venezolano por choques entre ingleses y
venezolanos en lo que se conoce con el nombre de “incidente de frontera”, sea
sometida a los tribunales ordinarios del país en que ocurra y en la última instancia a un fallo arbitral.
Esto en previsión de provocaciones malignas hechas con el propósito de llegar a
un casus belli.
Una frase de mi
distinguido informante si es oportuno citarla: “Cuando la historia íntima de
ese proceso sea divulgada-me dijo-el señor ministro José Andrade ganará
grandemente en aprecio y estimación de sus compatriotas”.
Fuente: Cesar
Zumeta: Las Potencias y la Intervención en Hispanoamérica. Colección Venezuela
Peregrina. Publicaciones de la Presidencia de la República, Caracas, 1963, p.p
73-75.
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