Por Manuel Bermudez
¿Quiénes son los hombres que
configuran la historia y el paisaje de esas lejanas comarcas de la Guayana y el
Sur de Venezuela? En su libro Comercio por los ríos Orinoco y Apure, Tarcila
Briceño coloca a los misioneros religiosos y a los indios que ellos fueron
cristianizando. Después vinieron contrabandistas de diversas nacionalidades:
holandeses, ingleses, franceses y daneses. Los holandeses se asociaban con los
indios caribes y se adentraban por los ríos hasta las provincias de Barinas y
Apure. De las islas y colonias cercanas llevaban sal marina, mercancías secas y
telas. Y después tabaco, zurrones de añil, ganado en pies y cueros secos de res
y de venado, que vendían a buenos precios a los compradores del Norte y de
Europa. Leyendo este libro uno se da cuenta que el Comercio es un lenguaje que
tiene su propia gramática. Esos cueros de res, de venado y de caimán eran el
discurso rustico del trabajo de indios y nativos. Y al ser transportado a los
grandes centros manufactureros de las ciudades de Europa y Estados Unidos se convertían
en calzado, correas, carteras y otras mercancías de gran significación económica,
que regresaban a su lugar de origen. Vale decir que el sustantivo rustico se convertía
en adjetivo refinado, gracias a la función del verbo comerciar, que funciona en
el activo y el pasivo de todas las oraciones y operaciones de la gramática y la
aritmética. Vista así la historia regional se universaliza. Y el cuero seco,
como signo de la región, se convierte en síntoma de trabajo y en símbolo mercantil.
Mas el interés del libro Comercio
por los ríos Orinoco y Apure, está en la Urdimbre histórica de los hechos. La penetración
de los contrabandistas, se produce por “el desguarnecimiento en que encontraba
el río Orinoco, el conjunto fluvial integrado por este y sus afluentes llaneros”,
así como la prohibición impuesta por las autoridades españolas, hasta 1778, de
comerciar las provincias de Barinas con Guayana. De allí que el comercio de
ganado de Apure y el tabaco barinés tenía que realizarse por Puerto Cabello y
Maracaibo, con lo cual el transporte resultaba más dificultoso y caro. Esta política
administrativa es combatida por los gobiernos progresista de Manuel Centurión y
Miguel Marmión en Guayana, y el de Don Francisco Miyares en Barinas. Con el
traslado de la población de san tomé a Angostura, Centurión levanta el casco histórico
de lo que será Ciudad Bolívar, como el primer puerto fluvial de Venezuela. Y con
el viaje de Miyares por la región llanera, nace la Villa de San Fernando de
Apure como segundo puerto de la región. Un siglo después, otras parejas de
gobernadores, Pedro Volasteros en Guayana y Cornelio Muñoz en Apure, durante el gobierno de Páez, recogerán los frutos del eje fluvial del Orinoco y el Apure; y Dalla
Costa y Raimundo Fonseca durante la época de Guzmán Blanco, proseguirán la
marcha progresista del beneficio que proporcionaban los ríos. Pero los
verdaderos protagonistas fueron los integrantes de esa legión de navegantes y
comerciantes que, con intuición, audacia y buena voluntad, hicieron de Ciudad Bolívar
y de los pueblos ribereños del Orinoco y el apure centros de vivir civilizad,
que todavía es motivo de recordación.
Construir todo ese discurso histórico
es tarea ardua. La Bibliografía del libro comprende: Fuentes Manuscritas del
archivo General de la Nación y del Ministerio de Relaciones Exteriores: Fuentes
Impresas de los Ministerios de Fomento, Haciendas, Relaciones Interiores y
Exteriores. Todo ese material sirve de base para elaborar un total de
veinticinco cuadros estadísticos que fortalecen el trabajo metodológico de la investigación.
Pero el mejor aporte está en los libros de viajeros, cronistas, historiadores,
escritores, periodistas, fotógrafos y poetas que, con sus obras, han contribuido
para que la historia regional se universalice con todos los signos de
inmediatez trascendente.
Fuente: Revista Estampas
en Estampas de la Lengua. Caracas, 15 de agosto de 1993
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