sábado, 12 de marzo de 2016

Cuestión Guayana: El Protocolo



Por César Zumeta

Nueva York, 23 de diciembre de 1896
Señor Director de “El Tiempo”.
Caracas.

Muy estimado amigo:

La noticia de que el Ejecutivo venezolano insiste en que Venezuela sea representada en la Comisión arbitral, ha llegado en los momentos en que a prensa norteamericana y la europea se ocupan exclusivamente, en cuanto América se refiere, a la actitud del Senado de los Estados Unidos respecto a conflicto cubano.

Honrosa es para nosotros la decisión del general Crespo y ojalá sea también fecunda en resultados satisfactorios para la nación. El silencio con que la prensa neoyorquina y europea han recibido la noticia, tiende sin embargo a demostrar que el arreglo americano ha pasado ya a la condición de cosa juzgada y que la variante introducida por Venezuela no es considerada como esencial, ni mucho menos.

Días ha una correspondencia oficiosa de Washington anunció que si Venezuela pedía representación en e tribunal, el gobierno norteamericano, autorizado como está para designar dos árbitros, nombraría un jurisconsulto venezolano; pero que entonces la Inglaterra nombraría un jurista guayanés. Si fuere resuelto así el punto perderíamos lejos de ganar en el cambio. Primero y principalmente porque sería esta nación la que nombrara el árbitro venezolano, siendo así que debiera ser nuestro país quien lo designara, si es que su soberanía se reconoce plenamente. Segundo, porque debiera componerse de dos nuestra representación y no limitarse a uno, si es que hemos de aparecer al igual de la Inglaterra en este caso, y esos dos árbitros habría de elegirlos la Alta Corte Federal.

Finalmente, porque si la Gran Bretaña elige un colono guayanés para contrapesar por razones de etiqueta y de puridad la designación de un árbitro venezolano, vendría nuestro país a quedar siendo, mutatis mutandis, con respecto a los Estados Unidos, lo que la Guayana Británica es respecto a su metrópoli: una dependencia.

¿Convendría la Inglaterra en que Venezuela nombre dos árbitros y en que el tribunal conste de siete miembros en vez de cinco?

Difícil parece y muy improbable. Téngase en cuenta que el arreglo intervenido entre Londres y Washington a la hora nona, o sea en vísperas de la reunión del Congreso ante el cual debía Cleveland leer su mensaje y anunciar el fallo de la Comisión, es casi una victoria para la Gran Bretaña, y que así y todo los comentos europeos le son adversos y lo califican como una cobardía de Lord Salisbury. Introducir hoy una variante es reabrir las negociaciones y con ello dar campo a la diplomacia inglesa para nuevas victorias.

El “honor” de los Estados Unidos ya está en salvo; la grave emergencia de un casus belli entre las dos potencias ya no existe: la opinión pública no se interesa ya más en el asunto: si e protocolo es revisado es porque Venezuela lo quiere: Cleveland y Olney, si tropiezan con escollos difíciles de salvar, o ceden, o abandonan el asunto a su propia suerte dando por terminada la mediación de este país, o traspasan el negociado a sus sucesores, que no tienen compromisos personales ni políticos a ese respecto. Las circunstancias todas favorecerían a Lord Salisbury.

Aun cuando no fuera sino tiempo lo que ganara la Gran Bretaña, eso sólo le bastaría. ¿Cuántos títulos espurios pueden fabricarse en Londres y en Demerara durante seis meses?

Bien querría estar en el error; desgraciadamente creo muy fundados mis temores de que perdamos, por cuestiones de forma, que en nada modifican el fondo mismo de la cuestión, lo que una rara oportunidad y el patriotismo ilustrado de nuestra diplomacia puso a nuestro alcance.

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No he mencionado a propósito de nuestra actitud la cuestión cubana, a fin de dedicarle capítulo aparte. Cuba y no la Guayana es la cuestión del día. Fue precisamente en previsión de que los asuntos cubanos monopolizarían el interés púbico, por lo que hubo prisa en Washington para darle sesgo y corte a la cuestión venezolana. La justicia no debería tener horas, ni depender de entusiasmos o de otras circunstancias de momento; pero sí tiene horas y sí depende de estos entusiasmos y esas circunstancias.

Nuestra ocasión pasó. Obtendremos lo que obtuvimos, o mucho menos, o nada.




 Tomado de: César Zumeta. Las Potencias y la Intervención en Hispanoamérica. Colección Venezuela Peregrina. Publicaciones de la Presidencia de la República. Caracas, 1963

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